miércoles, mayo 30, 2007

MUNDO INTERIOR

Como es sabido, en la experiencia religiosa como medio de transmitir la enseñanza de la humanidad consciente a la humanidad dormida, una de las causas del fracaso radica en que cada persona establece su propio dogma como si fuera la verdad absoluta, y así los hombres se persiguen, se desprecian, se matan en nombre de Dios. Lo hacen con todo fervor y alegan que obran así de acuerdo con su Conciencia. Pero esta Conciencia es Falsa o Mecánica y tiene su origen en la Personalidad. Esta Conciencia Falsa o Adquirida no se basa en la comprensión interior. Se vincula con la Falsa Per­sonalidad y de este modo con el sentimiento de ser meritorio y por lo tanto con el sentimiento de tener razón y ser mejor que los otros, y considera a quienes tienen creencias religiosas diferentes como inferiores, malvados, despreciables o merecedores de la muerte.

LA DIFERENCIA ENTRE OBSERVACIÓN Y OBSERVACIÓN DE SÍ


Observar y observarse a sí mismo son dos cosas diferentes. Ambas exigen atención. Pero en la observación, la atención es orientada exteriormente a través de los sentidos. En la observación de sí la atención es orientada inte­riormente, y para ello no hay órgano de los sentidos. Es ésta una razón por la que la observación de sí es más difícil que la observación.
En la ciencia moderna sólo lo observable es considerado real. Todo lo que no sea materia de observación por los sentidos o por los sentidos ayu­dados por telescopios, microscopios y otros delicados instrumentos ópticos, eléctricos y químicos, queda descartado. A veces se afirmó que uno de los fines generales de este trabajo es el de unir la ciencia, de Occidente con la sabiduría de Oriente. Ahora bien, si definimos el punto de partida de la cien­cia occidental en su lado práctico como lo observable, ¿cómo definiremos el punto de partida del trabajo¹? Podemos definir el punto de partida del trabajo como lo auto-observable. Empieza, en el lado práctico, con la obser­vación de sí.
Los dos puntos de partida nos llevan a direcciones por entero diferentes. Un hombre puede pasar toda su vida observando el mundo fenoménico —las estrellas, los átomos, las células—. Logrará gran acopio de esta clase de conocimientos, esto es, el conocimiento del mundo externo, todo ese aspecto del universo que puede ser descubierto por los sentidos, con ayuda o no. Esta es una clase de conocimiento y por medio de él se pueden producir cambios. Los cambios se producen en el mundo externo. Las condiciones exteriores, experimentadas por los sentidos se pueden mejorar. Es posible inventar toda clase de mejoras, de comodidades y de métodos más fáciles. Todo ese conocimiento, si fuera empleado de un modo correcto, sólo redun­daría en beneficio de la humanidad al cambiar su medio ambiente externo para su propio provecho. Pero esta clase de conocimiento de lo externo sólo puede cambiar lo externo. No puede cambiar al hombre en sí mismo.
La clase de conocimiento que cambia internamente a un hombre no se puede lograr simplemente por medio de la observación. No está en esta dirección, es decir, en la dirección de los sentidos volcados exteriormente. Otro conocimiento es posible al hombre y este conocimiento empieza por la observación de sí. Esta clase de conocimiento no se obtiene a través de los sentidos, porque, como hemos dicho, no poseemos ningún órgano sensorial que puede ser volcado interiormente y por cuyo medio sea posible observarse con tanta facilidad como se observa una mesa o una casa.
Mientras la primera clase de conocimiento puede cambiar las condiciones externas de la vida para el hombre, la segunda clase de conocimiento cambia al hombre mismo. La observación es un medio para cambiar el mundo, mientras que la observación de sí es un medio para cambiar el yo.
Pero si bien esto es así, con el fin de aprender algo es preciso empezar desde el conocimiento mismo, y el conocimiento, sea cual fuere la clase a que pertenezca, empieza desde los sentidos. El conocimiento de éste sistema de enseñanza empieza prestando atención a ellos, esto es, empieza por medio de los sentidos. Es necesario decir a un hombre que se observe a sí mismo, en qué sentido debe observarse a sí mismo y las razones por las cuales debe observarse a sí mismo, etc. Y sea cual fuere lo que oye o lee a este respecto, debe penetrar ante todo a través de sus sentidos. Desde este punto de vista la clase de conocimiento de que habla el trabajo empieza desde el plano de lo observable, tal como lo hace la enseñanza de cualquier ciencia. Un hombre debe empezar por prestar atención externa al trabajo. Debe observar lo que se dice, lo que lee sobre el particular, etc. En otras palabras, el trabajo toca el plano de los sentidos. Por esta razón puede mezclarse muy fácilmente con la clase de conocimiento que sólo llega a través del estudio de lo que los sentidos muestran, como si el trabajo estuviese colocado a lo largo de este conocimiento o fuera ocultado por él. Y a menos que un hombre tenga el poder de distinguir la naturaleza o calidad del conocimiento enseñado por este trabajo y el conocimiento enseñado por la ciencia, es decir, a menos que tenga en él el centro magnético, que puede diferenciar las calidades del conocimiento, esta mezcla de los dos planos u órdenes de conocimiento producirá la confusión en él. Y esta confusión permanece aun­que una persona siga en el trabajo, a no ser que haga un esfuerzo para per­mitir que éste ocupe en él el lugar que le corresponde. Es decir, juzgará el trabajo sólo por lo que ve y por las otras personas que se hallan fuera de él. El trabajo permanecerá, por así decirlo, en el nivel de los sentidos. ¿Cuál es entonces la naturaleza del esfuerzo que debe realizar una persona a este respecto? Es preciso que efectúe una separación en su mente entre dos órdenes diferentes de realidad. El hombre se halla entre dos mun­dos, un mundo externo visible, que penetra por los sentidos y es “compartido por todos," y un mundo interno que ninguno de sus sentidos encuentra, que no es compartido por nadie, es decir, cuyo acceso es singularmente indivi­dual, porque aunque toda la gente pueda observarlo a él, sólo él puede observarse a sí mismo. Este mundo interno es la segunda realidad, y es invisible.
Si duda de la existencia de esta segunda realidad, hágase esta pregunta: mis pensamientos, sentimientos, sensaciones, temores, esperanzas, desenga­ños, mis alegrías, mis deseos, mis pesares, ¿son reales para mí? Si dice que no son reales, que sólo la mesa y la casa que puede ver con sus ojos externos son reales, entonces la observación de sí no tendrá significado alguno para usted. Permítame hacerle esta pregunta: ¿en qué mundo de realidad vive usted y tiene su ser? ¿En el mundo exterior a usted, reve­lado por sus sentidos, o en el mundo que nadie ve, y sólo usted puede observar, el mundo interior? Creo que estará de acuerdo conmigo en que es en el mundo interior donde realmente vive siempre, y siente y sufre.
Ahora bien, los dos mundos son verificables experimentalmente, el mundo exterior es observable y el mundo interior es auto-observable. El mundo ex­terior es demostrable por la observación y el interior por la observación de sí. Respecto al segundo caso, todo cuanto este trabajo enseña acerca de lo que ha de notar y percibir internamente puede ser verificado por la obser­vación de sí. Y cuanto más explora este mundo interior llamado "uno mis­mo", tanto más comprenderá que vive en dos mundos, en dos realidades, en dos ámbitos, exterior e interior, y que del mismo modo que le es preciso aprender en el mundo exterior (que es observable) a caminar, a no caer en los precipicios o a no extraviarse en un cenagal, a no asociarse con gente malvada, a no comer veneno, y así sucesivamente; por medio de este trabajo y de su aplicación, comienza a aprender a caminar en el mundo interior, al que se puede explorar mediante la observación de sí.
Tomemos un ejemplo de estas dos realidades diferentes a las cuales per­tenecen diferentes formas de verdad. Supongamos que una persona está en una cena. Todo lo que ve, oye, saborea, huele y toca, pertenece a la primera realidad; todo lo que piensa y siente, le gusta o le disgusta, etc., pertenece a la segunda realidad. Asiste a dos cenas registradas diferentemente, una exterior, la otra interior. De esta manera todas nuestras experiencias son iguales. Está la experiencia exterior y nuestra reacción interior a ella. ¿Cuál es la más real? En suma, ¿qué registro forma nuestra vida personal?, ¿la realidad exterior o la realidad interior? ¿Decimos la verdad al pretender que es el mundo interior? Es en el mundo interior donde nos levantamos y caemos, donde oscilamos continuamente de un lado para otro y nos agitamos, donde nos acosan enjambres de pensamientos y estados de ánimo negati­vos, donde perdemos todo y estropeamos todo y donde vacilamos y caemos, sin comprender siquiera que existe un mundo interior en el cual vivimos siempre. Sólo lograremos conocer el mundo interior por la observación de sí. Entonces, y sólo entonces, empezaremos a aprehender que durante toda nues­tra vida hemos cometido un extraordinario error. Todo lo que hemos tomado como "uno mismo" nos descubre en realidad un mundo. En ese mundo es preciso ante todo aprender a ver, y para este fin la luz es necesaria. Por medio de la observación de sí se obtiene esta luz.

1: "trabajo" se refiere acá al sistema de desarrollo del Ser practicado en las escuelas del Cuarto Camino de Gurdjieff y Ouspensky.
de: COMENTARIOS PSICOLÓGICOS SOBRE LAS ENSEÑANZAS DE GURDJIEFF Y OUSPENSKY 1
Maurice Nicoll
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