ARTE y arte
Me dirán que soy un pesado, un aguafiestas, pero es que es tan cierto: existe un arte objetivo y uno subjetivo. Este es un fragmento de "Fragmentos de una enseñanza desconocida", de Ouspensky, en el que relata una conversación en torno al arte que sostuvo con Gurdjieff (G):
Por la misma época, en Moscú tuvimos varias conversaciones interesantes sobre el arte. Guardaban relación con el relato que había sido leído la primera noche que vi a G.
—Por el momento, dijo él, usted no comprende todavía que los hombres pueden pertenecer a niveles muy diferentes, sin tener el menor asomo de diferencia. Así como hay diferentes niveles de arte, también hay diferentes niveles de hombres. Pero hoy usted no ve que la diferencia entre estos niveles es mucho más grande de lo que supone. Usted coloca todo sobre un mismo plano, yuxtapone las cosas más diferentes, y se imagina que los diferentes niveles le son accesibles.
"Todo lo que usted llama arte no es sino reproducción mecánica, imitación de la naturaleza — cuando no es de otros «artistas» —, simple fantasía, hasta ensayos de originalidad: todo esto no es arte para mí. El arte verdadero es completamente distinto. En ciertas obras de arte, en particular en las obras más antiguas, uno queda fuertemente impresionado por muchas cosas que no se pueden explicar, y que no se encuentran en las obras de arte modernas. Pero como uno no comprende cuál es la diferencia, la olvida muy rápido y continúa englobando, o todo bajo la misma etiqueta. Y sin embargo, la diferencia entre su arte y el arte del que yo hablo es enorme. En su arte, todo es subjetivo —la percepción que tiene el artista de tal o cual sensación, las formas en las cuales trata de expresarla, y la percepción que tienen los demás de estas formas. Frente al mismo fenómeno, un artista puede sentir de cierta manera y otro artista de manera muy diferente. La misma puesta de sol puede provocar una sensación de alegría en uno, y de tristeza en el otro. Y pueden tratar de expresar la misma percepción por medio de métodos o formas sin relación entre sí; o bien, percepciones muy diversas bajo una misma forma — de acuerdo a la enseñanza que han recibido o en oposición a ella. Los espectadores, los oyentes o los lectores percibirán, no lo que el artista quiso comunicarles, ni lo que él sintió, sino lo que las formas en que expresó sus sensaciones, les harán experimentar por asociación. Todo es subjetivo y todo es accidental, es decir, basado en asociaciones — las impresiones accidentales del artista, su «creación» (acentuó la palabra "creación") y las percepciones de los espectadores, de los oyentes, o de los lectores.
"Por el contrario, en el arte verdadero no hay nada accidental. Todo es matemático. Todo puede ser calculado y previsto de antemano. El artista sabe y comprende el mensaje que quiere transmitir y su obra no puede producir cierta impresión en un hombre y otra totalmente diferente en otro; naturalmente, que a condición de tomar personas de un mismo nivel. Su obra producirá siempre, con certeza matemática, la misma impresión.
"Sin embargo, la misma obra de arte producirá efectos diferentes en hombres de diferentes niveles. Y jamás los de un nivel inferior sacarán tanto de ella como los de un nivel más elevado. Este es el arte verdadero, objetivo. Tome por ejemplo una obra científica, un libro de astronomía o de química. No puede ser comprendido de dos maneras: todo lector suficientemente preparado comprenderá lo que el autor ha querido decir y lo comprenderá precisamente en la forma en que al autor ha querido ser comprendido. Una obra de arte objetivo es exactamente similar a uno de estos libros, con la única diferencia de que ésta se dirige a la emoción del hombre y no a su cabeza.
—¿Existen en nuestros días obras de arte de este género? pregunté.
—Naturalmente que existen, respondió G. Una de ellas es la gran Esfinge de Egipto, lo mismo que ciertas obras arquitectónicas conocidas, ciertas estatuas de dioses y aún muchas otras cosas. Ciertas figuras de dioses o de héroes mitológicos pueden leerse como libros, no con el pensamiento, lo repito, sino con la emoción, siempre que ésta se halle suficientemente desarrollada. Durante nuestros viajes por el Asia Central, encontramos en el desierto, al pie del Hindu Kush, una curiosa escultura que de primera intención creímos representaba a un antiguo dios o a un demonio. Al principio no nos dio sino una impresión de extrañeza. Pero muy pronto comenzamos a sentir el contenido de esta figura: era un gran y complejo sistema cosmológico. Poco a poco, paso a paso, fuimos descifrando este sistema: estaba inscrito en su cuerpo, en sus piernas, en sus brazos, en su cabeza, en su cara, en sus ojos, en sus orejas y por todas partes. Nada había sido dejado al azar en esta estatua, nada estaba desprovisto de significación. Gradualmente, se aclaró para nosotros la intención de los hombres que la habían erigido. A partir de este momento pudimos sentir sus pensamientos, sus sentimientos. Entre nosotros algunos creían ver sus caras y oír sus voces. En todo caso, habíamos captado el sentido de lo que querían transmitirnos a través de miles de años, y no sólo este sentido sino todos los sentimientos y emociones conectados con él. Esto sí que era verdadero arte."
Me interesó muchísimo lo que G. había dicho sobre el arte. Su principio de división entre arte subjetivo y arte objetivo evocaba mucho para mí. No comprendía aún todo lo que ponía en sus palabras. Pero siempre había sentido en el arte ciertas divisiones y gradaciones que no podía llegar a definir ni a formular y que ninguna otra persona había formulado nunca. No obstante, yo sabía que estas divisiones y gradaciones existían. De tal modo que todas las discusiones sobre el arte que no las admitieran me parecían frases huecas, sin sentido e inútiles. Gracias a las indicaciones que G. me había dado de los diferentes niveles que no llegamos a ver ni a comprender, sentía que debía existir una vía de acceso a esta misma gradación que yo había sentido, pero que no había podido definir.
"Sin embargo, la misma obra de arte producirá efectos diferentes en hombres de diferentes niveles. Y jamás los de un nivel inferior sacarán tanto de ella como los de un nivel más elevado. Este es el arte verdadero, objetivo. Tome por ejemplo una obra científica, un libro de astronomía o de química. No puede ser comprendido de dos maneras: todo lector suficientemente preparado comprenderá lo que el autor ha querido decir y lo comprenderá precisamente en la forma en que al autor ha querido ser comprendido. Una obra de arte objetivo es exactamente similar a uno de estos libros, con la única diferencia de que ésta se dirige a la emoción del hombre y no a su cabeza.
—¿Existen en nuestros días obras de arte de este género? pregunté.
—Naturalmente que existen, respondió G. Una de ellas es la gran Esfinge de Egipto, lo mismo que ciertas obras arquitectónicas conocidas, ciertas estatuas de dioses y aún muchas otras cosas. Ciertas figuras de dioses o de héroes mitológicos pueden leerse como libros, no con el pensamiento, lo repito, sino con la emoción, siempre que ésta se halle suficientemente desarrollada. Durante nuestros viajes por el Asia Central, encontramos en el desierto, al pie del Hindu Kush, una curiosa escultura que de primera intención creímos representaba a un antiguo dios o a un demonio. Al principio no nos dio sino una impresión de extrañeza. Pero muy pronto comenzamos a sentir el contenido de esta figura: era un gran y complejo sistema cosmológico. Poco a poco, paso a paso, fuimos descifrando este sistema: estaba inscrito en su cuerpo, en sus piernas, en sus brazos, en su cabeza, en su cara, en sus ojos, en sus orejas y por todas partes. Nada había sido dejado al azar en esta estatua, nada estaba desprovisto de significación. Gradualmente, se aclaró para nosotros la intención de los hombres que la habían erigido. A partir de este momento pudimos sentir sus pensamientos, sus sentimientos. Entre nosotros algunos creían ver sus caras y oír sus voces. En todo caso, habíamos captado el sentido de lo que querían transmitirnos a través de miles de años, y no sólo este sentido sino todos los sentimientos y emociones conectados con él. Esto sí que era verdadero arte."
Me interesó muchísimo lo que G. había dicho sobre el arte. Su principio de división entre arte subjetivo y arte objetivo evocaba mucho para mí. No comprendía aún todo lo que ponía en sus palabras. Pero siempre había sentido en el arte ciertas divisiones y gradaciones que no podía llegar a definir ni a formular y que ninguna otra persona había formulado nunca. No obstante, yo sabía que estas divisiones y gradaciones existían. De tal modo que todas las discusiones sobre el arte que no las admitieran me parecían frases huecas, sin sentido e inútiles. Gracias a las indicaciones que G. me había dado de los diferentes niveles que no llegamos a ver ni a comprender, sentía que debía existir una vía de acceso a esta misma gradación que yo había sentido, pero que no había podido definir.
2 Comments:
Recién aterrada de Egipto (es la primera vez que cruzo el Mediterráneo para dejarme deslumbra por una civilización que me enamoró ya a los siete años) y buscando información sobre la flor de Loto he dado con tu blog.
El arte es un tema que siempre me ha apasionado, aunque más que la finalidad del arte (y la diferenciación entre el arte en mayúsculas y el arte en minúsculas) me tiene fascinada la idea del proceso creador. Pues en la intención del artista, aquella que precede al primer gesto, se despliega ya todo el potencial de la obra que se creará.
A mi humilde criterio (nunca me he empapado de filosofía artística y lo más que he leído sobre el tema es “La necesidad del arte” de Ernst Fischer , y algunos textos de Kandinsky) el hombre que intenta dotar a su obra de una precisión matemática no es capaz de implicarse personalmente en la misma. Captará el paisaje o la persona que pretende plasmar como es en realidad, sin aventurarse a mirar más allá de las simples formas. El resultado, pues, será una mera fotografía, sin sentimientos ni emociones. También, en el arte más abstracto, utilizará un lenguaje tan objetivo, matemático y autoexplicativo que nunca será capaz de llegar al alma del receptor.
Donde no hay libertad de interpretación, el contemplante no participa del ARTE (en mayúsculas) y se queda desterrado, irremediablemente fuera de la línea fronteriza que limita y diferencia lo bello de lo sublime.
Así mismo, el arte objetivo-matemático no puede considerarse arte, sino ciencia. Es finito, no deja ni un cabo suelto para atar, y por lo tanto no puede participar de lo infinito ni permanecer con todo su significado y sentido fuera de la cultura y la época que lo acunó.
Temo haberme perdido en algún punto de tu entrada de blog y quizás por eso no consigo encontrar el sentido pleno de tus razonamientos; me cuesta creer que pongas el ARTE a la altura de las ciencias, pues eso es (a mi parecer) destilar el “ARTE” hasta reducirlo a “arte”.
Te agradecería una respuesta y, eso ya es pedir la Luna, una explicación al nombre de tu blog: Loto Blanco... Pues la simbología y la esencia de esta flor (y la del Loto Azul) me interesan a nivel literario (me apasiona la mitología egipcia y en una novela que estoy rescribiendo esta flor juega un papel importantísimo.
Gracias! (Y perdona el tono de mi respuesta)
Llevar esto al campo de las opiniones (de la mente fragmentada) no tiene sentido. Todo el sentido está en comprender, lo que significa: ponerse al nivel de la comprensión (ser la comprensión misma). Ahí todo es matemático y exacto. Puedes o no puedes. Y el arte chapucero no puede nunca pretender alcanzar esos niveles.
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