jueves, diciembre 28, 2006

FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFÍA ESOTÉRICA

DOS
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¿DÓNDE ESTÁ LA REALIDAD? LA VERDAD PUEDE SER CONOCIDA. NATURALEZA CONSTITUTIVA DEL HOMBRE DE ACUERDO A DIFERENTES SISTEMAS: TRIPLE, CUÁDRUPLE, QUÍNTUPLE O SÉPTUPLE.

La Ley fundamental en ese sistema, el punto central del cual todo emerge, alrededor y hacia el cual todo gravita, y sobre el que depende toda su filosofía, es el PRINCIPIO SUBSTANCIAL, Uno, homogéneo y divino: la causa radical única.

…”Unos pocos, cuyas lámparas resplandecían más, han sido guiados
De causa en causa al manantial secreto de la Naturaleza,
Y han descubierto que debe existir un primer Principio…”

Es llamado “Principio Substancial”, porque se convierte en “Substancia” en el estado del Universo manifestado: una ilusión, mientras continúa siendo un “Principio” en el ESPACIO visible e invisible, sin comienzo ni fin, abstracto. Es la Realidad omnipresente; impersonal, porque lo contiene todo y cada una de las cosas. Su impersonalidad es el concepto fundamental del sistema. Está latente en todos los átomos del Universo, y es el Universo mismo.
— La Doctrina Secreta, I, 273

Es la Verdad. Es el Ser, y tú eres eso.
— Chhandogya-Upanishad, 6, 14, 3

El Tao que puede expresarse en palabras no es el eterno Tao; el nombre que puede pronunciarse no es el nombre eterno. Sin un nombre, es el Principio del Cielo y de la Tierra; con un nombre, es la Madre de todas las cosas. Solo quien está eternamente libre de las pasiones mundanas puede aprehender su esencia espiritual; aquél que está siempre estancado por las pasiones no puede ver más que su forma externa. Estas dos cosas, la espiritual y la material, aunque las llamamos por diferentes nombres, en su origen son una y la misma. Esta igualdad es un misterio —el misterio de los misterios. Es la puerta de toda espiritualidad.
— Los dichos de Lao Tzŭ (traducción de Lionel Giles).

ABRIMOS el volumen I de La Doctrina Secreta de H. P. Blavatsky en la página 13, hacia el segundo párrafo, que dice lo siguiente:

El lector debe tener presente que las Estancias tratan únicamente de la Cosmogonía de nuestro Sistema planetario, y de lo que es visible alrededor suyo después de un Pralaya Solar. Las enseñanzas secretas referentes a la evolución del Kosmos Universal no se pueden dar, pues no serían comprendidas ni aun por las inteligencias superiores de esta época; y al parecer hay muy pocos Iniciados, aun entre los más grandes, a quienes sea permitido especular acerca de este punto. Además, dicen los Maestros terminantemente, que ni siquiera los más elevados Dhyani-Chohans han penetrado jamás los misterios más allá de los límites que separan las miríadas de sistemas solares del Sol Central, así llamado. Por lo tanto, lo que se publica se refiere solamente a nuestro Cosmos visible, después de una “Noche de Brahmâ”.

Escogemos esto como el texto general de nuestro estudio esta noche, ya que parece no sólo apropiado sino también necesario para abrir nuestro estudio de los temas más secretos que trata La Doctrina Secreta, preguntando ¿de qué manera o por qué método obtenemos un entendimiento y una comprensión de estas doctrinas? ¿Nos llegan como enseñanzas dogmáticas, o se derivan, siguiendo la definición que Webster da de la teosofía en su diccionario, de una interna comunión espiritual con “Dios”? Hay algo en la definición de Webster que es verdad. Los teósofos sí creen que el hombre tiene dentro de sí la facultad de aproximarse a las cosas divinas, de levantar al hombre interno para poder obtener así una representación mental más certera de las cosas como son, o de la realidad.
Por otro lado, si todos hicieran esto, sin una guía, enseñanza y conducción apropiados y capaces, la extrema vanidad y la presunción humana, así como muchas otras fuerzas en la economía humana, conducirían inevitablemente hacia una inmensa diversidad de opiniones, enseñanzas y doctrinas, cada hombre creyendo tener, él y sólo él, la verdad, y, por tanto, creyendo también que aquellos que lo siguen a él y predican sus puntos de vista deben formar con él una “iglesia” especial o “secta” propia. Estas palabras en sí serían probablemente evitadas, pero el hecho equivaldría a lo mismo.
Por tanto, encontramos acá el uso, el beneficio, la pertinencia, de las doctrinas teosóficas, para el significado de que estas enseñanzas hallan venido a nosotros desde una antigüedad inmemorial —transmitidas de un Maestro a otro—, y de que originalmente fueran comunicadas a la naciente raza humana, una vez que ésta llegó a ser auto-consciente, por seres de una esfera superior, seres que eran, ellos mismos, de origen divino; y más aún, de que esta comunicación o emanación de sus espirituales y altamente intelectuales seres, en nosotros, nos diera nuestros propios principios superiores. Pues los Maestros nos han dicho que estas doctrinas han sido revisadas o probadas edad tras edad, generación tras generación, por innumerables videntes espirituales, para usar las palabras de H. P. Blavatsky —revisadas en cada aspecto, revisadas en cuanto a los hechos, en cuanto al origen, en cuanto a su operación en la mente humana.
Ahora entonces, las facultades por las que el hombre puede lograr un conocimiento de la verdad, de lo real, pueden ser exhortadas o evocadas en cualquier momento y en cualquier lugar, asumiendo que estén dadas las condiciones adecuadas, para que el alma esforzada pueda así ascender o llegar al interior, y sepa. Algunas veces, en las enseñanzas más simples se encuentran las verdades más divinas. Y ¿por qué? Porque las enseñanzas simples son las fundamentales.
Considérense por un momento, entonces, los siete principios del hombre en su conexión con los siete principios del universo. Los siete principios del hombre son un símil o copia de los siete principios cósmicos. Ellos son en realidad los vástagos de los siete principios cósmicos, limitados en su acción en nosotros por el trabajo de la ley del karma, pero volviendo en su origen al Aquello que está más allá, hacia dentro de lo que es la esencia del universo o lo universal; en, más allá de, dentro de, hacia, lo Inmanifiesto, hacia lo Inmanifestable, hacia ese primer Principio que H. P. Blavatsky enuncia como el pensamiento guía de la sabiduría-filosofía de La Doctrina Secreta.
Estos principios del hombre se estima que son siete en la filosofía por medio de la que la economía humana, espiritual y psíquica nos ha sido explicada en la presente edad. En otras edades estos principios o partes del hombre fueron enumerados de manera distinta —los cristianos los enumeran como cuerpo, alma y espíritu, y no saben la diferencia entre el alma y el espíritu; y muchos dicen que el alma y el espíritu son lo mismo.
Algunos de los pensadores indios dividieron al hombre en una entidad básica cuádruple; otros, en una quíntuple. La filosofía judía, tal como se encuentra en la Qabbālāh, enseña que el hombre se divide en cuatro partes:
1. La más alta y espiritual de todas, aquel principio o parte que para nosotros es sólo un aliento de vida, ellos lo llaman neshāmāh.
2. El segundo principio era llamado rūahh o alma espiritual, escrito algunas veces rūach de acuerdo a otro método de transliteración.
3. El alma astral (o alma vital) era llamada nephesh, el tercero próximo al más bajo, que el hombre tiene en común con los brutos.
4. Luego viene el gūph o vehículo físico, la casa en la que todos estos otros moran.
Sobre todos, y superior a todos, superior al neshāmāh —que no es una emanación de este Más Alto, ni una creación, ni una evolución, sino del cual fue su producción en un sentido que explicaremos luego— está el Inefable, el Ilimitado, llamado Eyn (o Ain) Sōph.
Los términos sánscritos que han sido dados a los siete principios del hombre en la filosofía teosófica son los siguientes, y nos ayudará explicar el significado sánscrito original de ellos, e ilustrar el sentido en el que fueron usadas esas palabras, y por qué fueron escogidas.
1. El primer principio es llamado el sthūla-śarīra. Sthūla significa “tosco”, “grosero”, no refinado, pesado, corpulento, grueso en el sentido de ser voluminoso. Śarīra viene de una raíz que puede ser traducida mejor diciendo que es eso que es “fácilmente disoluble”, “fácilmente gastable”; la idea de ser algo transitorio, espumante, lleno de agujeros, por decirlo así. Nótese el significado oculto en esto: es muy importante.
2. Llamemos al segundo principio el linga-śarīra. Linga es una palabra sánscrita que significa “marca característica”; en consecuencia: modelo, patrón. Forma el modelo o patrón en el que es construido el cuerpo físico, compuesto en su mayoría de porosidad, si se perdona la expresión; lo más irreal que conocemos, lleno de agujeros, espumoso, por decirlo así. Volveremos a este pensamiento más adelante.
3. El tercer principio, comúnmente llamado el principio de vida, es prāna. Ahora bien, esta palabra se usa acá en un sentido general. A propósito, hay cierta cantidad de corrientes de vida, fluidos vitales. Estos tienen varios nombres. Un sistema da el número como tres; otro, como cinco, que es el número comúnmente aceptado; otro, como siete; otro, doce, como es hallado en algunos Upanishads; y un antiguo escritor incluso los da como trece.
4. Luego está el principio kāma; la palabra kāma significa “deseo”. Es la fuerza conductora o impelente en la economía humana; sin color, ni buena ni mala, sólo hasta cuando la mente y el alma dirigen su uso.
5. Luego viene manas; la raíz sánscrita de esta palabra significa “pensar”, “meditar”. “reflexionar” —actividad mental, en concreto.
6. Luego viene buddhi o el alma espiritual, el vehículo o portador del más alto principio de todos, el ātman. Ahora bien, buddhi viene de la raíz sánscrita budh. Esta raíz es comúnmente traducida como “iluminar”, pero una mejor traducción es “despertar”, y, por tanto, “entender”; buddha, el pasado participio de esta raíz, se aplica a aquél que es espiritualmente “despertado”, y ya no vive más una muerte viviente, sino que ha sido despertado a la influencia espiritual del interior o de “arriba”. Buddhi es el principio en nosotros que nos da consciencia espiritual, y es el vehículo de la parte más alta del hombre. La parte más alta es el ātman.
7. Este principio (ātman) es universal; pero durante las encarnaciones sus partes inferiores, si lo podemos expresar así, toman atributos, porque está conectado con el buddhi tal como el buddhi está conectado con el manas, y el manas está conectado al kāma, y así hacia abajo en la escala.
Ātman algunas veces es también usado por el ser universal o espíritu que es llamado en las escrituras sánscritas Brahman (neutro), y el Brahman o espíritu universal es también llamado el Paramātman, un término sánscrito compuesto que significa el “más alto” o más universal ātman. La raíz de ātman es difícilmente conocida. Su origen es incierto, pero el significado general es aquel del “ser”.
Más allá del Brahman está el Parabrahman: para es una palabra sánscrita que significa “más allá de”. Nótese el profundo significado filosófico de esto: no hay intento acá de limitar lo Ilimitable, lo Inefable, por medio de adjetivos; simplemente significa “más allá de Brahman”. En los Vedas sánscritos y en los trabajos que se derivan de allí y que pertenecen al ciclo de la literatura Védica, este más allá de es llamado Aquello, así como este mundo de manifestación es llamado Esto. Otros términos sánscritos expresivos son sat, lo “real”; y asat, lo “irreal” o el universo manifestado; en otro sentido asat significa “no sat” i.e., aun más allá de (más alto que) sat.
Este Parabrahman está íntimamente relacionado con Mūlaprakriti, “naturaleza-raíz”. Su interacción y entremezcla causa la primera conmoción nebulosa, si se permiten estas palabras, de la vida universal cuando el deseo espiritual surgió por primera vez en Eso, en el principio de las cosas. Tal es la vieja enseñanza, empleando por necesidad los viejos tropos antropocéntricos, claramente entendido que sólo son símiles humanos; para las concepciones de los profetas de los tiempos ancestrales, sus enseñanzas, sus doctrinas, tuvieron que ser contadas en lenguaje humano a la mente humana.
Ahora bien, un hombre puede alcanzar el interior yendo “en ascenso” paso a paso, escalando más alto en la medida en que su fuerza espiritual, y poder, se vuelve más grande y más sutil, hasta que sobrepasa sus facultades normales y camina más allá del Anillo-de-no-pasar, como le llama H. P. Blavatsky en su Doctrina Secreta. ¿Dónde está y qué es este Anillo-de-no-pasar? Es, en todo período de la consciencia del hombre, el máximo logro que su espíritu puede alcanzar. Allí se detiene, y ve dentro de lo que está Más Allá —dentro de lo Inmanifestado que es de donde procedemos—. Lo Inmanifestado está en nosotros; es lo más secreto de lo secreto en nuestras almas, en nuestros espíritus, en nuestros seres esenciales. Podemos aproximarnos a él. En realidad no podemos alcanzarlo nunca.
Ahora, ¿dónde está la realidad? ¿Será lo real, será lo verdadero, hallado en estas bajas vestiduras de materialidad? ¿O deberá ser hallado en el estado de ser del que todo procede?
Los antiguos estoicos en su maravillosa filosofía enseñaron, y la misma enseñanza se originaba en la filosofía esotérica de Helena o Grecia —como fue encontrada luego en las enseñanzas neoplatónicas—, que la verdad puede ser conocida; que lo más real, lo más grandioso, debía de hallarse en perspectivas siempre más retiradas en la medida en que el espíritu del hombre luchara internamente y más allá, cayendo velo tras velo a la vez que el “hombre sabio” (su término técnico) avanzara en la evolución de su alma. Creyeron que el universo material era ilusorio precisamente como los hindúes hablan de māyā; y los estoicos entendieron que este universo material aparentemente denso, grosero, pesado, es fenomenalmente irreal, en su mayoría construido de agujeros, por decirlo así —una enseñanza que es repetida ahora en los escritos y pensamientos de los más intuitivos de nuestros científicos.
Los estoicos pensaron que el éter era más denso que el más denso objeto material, más lleno que el más lleno objeto material —usando palabras humanas, claro. Para nosotros, con nuestros ojos humanos, entrenados sólo para ver objetos de ilusión, parece ser el más diáfano, el más fino, el más etéreo—. ¿Qué era la realidad, lo real, detrás de este Todo? ¿El objeto real? Decían ellos que era Dios, la vida de la vida, la verdad de la verdad, la raíz de la materia, la raíz del alma, la raíz del espíritu. Cuando se le preguntaba al estoico: ¿Qué es Dios?, respondía noblemente: ¿Qué no es Dios?
Volviendo ahora a la antigua sabiduría del indostán, a los Upanishads —yendo mucho más allá del tiempo en que las antiguas enseñanzas brahmánicas y las Brahmanas se convirtieron en lo que son ahora, al tiempo cuando los hombres reales pensaban cosas reales—, tomemos del Chhāndogya-Upanishad, principalmente en la sexta lectura, una conversación entre un padre y su hijo. El hijo pregunta:

“Si un hombre que ha dormido en su propia casa, se levanta y va a otra aldea, él sabe que ha venido de su propia casa. ¿Por qué, entonces, la gente no sabe que ha venido del Sat?” [Una palabra sánscrita que significa lo Real, lo Inefable, de la que ya hemos hablado].

Y el padre ilustra al hijo como sigue:

“Estos ríos, hijo mío, corren, el del este hacia el este, el del oeste hacia el oeste. Van de mar en mar. De hecho, se vuelven mar. Y mientras aquellos ríos, cuando están en el mar, no saben, yo soy este o aquel río, de la misma manera, hijo mío, todas estas criaturas, cuando han venido de la Verdad [esto es, lo Real] no saben que han venido de la Verdad [a causa del māyā]. Lo que estas criaturas sean acá, ya sea un león, o un lobo, o un cerdo, o un gusano, o una mosca, o un jején, o un mosquito, eso llegan a ser ellos una y otra vez”.

Ahora escuchen:

“Aquello que es esa esencia sutil, en todo lo que existe tiene su ser. Es la Verdad. Es el Ser, y tú, O Śvetaketu, eres eso”. “Por favor, Señor, infórmame aún más”, dijo el hijo. “Así sea, mi niño”, respondió el padre.

Ahora, el hijo se supone que pregunta, “¿Cómo es que los seres vivientes, cuando están dormidos o muertos y son sumergidos de nuevo en el Sat, no son destruidos? Olas, espuma y burbujas se elevan del agua, y cuando se sumergen de nuevo en el agua, desaparecen”.

“Si alguien golpeara la raíz de este árbol grande que está acá”, dijo el padre, “él sangraría, pero viviría. Si golpeara su tallo, sangraría, pero viviría. Si golpeara su copa, sangraría, pero viviría. Impregnado por su Ser viviente ese árbol se mantiene firme, bebiendo su alimento y regocijado;
“Pero si la vida (el Ser viviente) abandona una de sus ramas, esa rama se marchita; si abandona una segunda, esa rama se marchita; si abandona una tercera, esa rama se marchita. Si abandona todo el árbol, todo el árbol se marchita. Exactamente de la misma manera, hijo mío, conoce esto”. De este modo habló:
“Este (cuerpo) realmente se marchita y muere cuando el Ser viviente lo ha dejado; el Ser viviente no muere. Aquello que es esa esencia sutil, en eso todo lo que existe tiene su ser. Es la Verdad. Es el Ser, y tú, O Śvetaketu, eres eso”.
“Por favor, Señor, infórmame aún más”, dijo el hijo. “Así sea, mi niño”, respondió el padre.
“Tráeme de ahí un fruto del árbol Nyagrodha”. “Acá está uno, Señor”. “Rómpelo”. “Está roto, Señor”. “¿Qué ves ahí?” “Estas semillas, casi infinitesimales”. “Rompe una de ellas”. “Está rota, Señor”. “¿Qué ves ahí? “Nada, Señor”.
El padre dijo: “Hijo mío, esa sutil esencia que no percibes ahí, de esa misma esencia este gran árbol Nyagrodha existe. Créelo, hijo mío. Aquello que es la esencia sutil, en eso todo lo que existe tiene su ser. Es la Verdad. Es el Ser, y tú, O Śvetaketu, eres eso”. “Por favor, Señor, infórmame aún más”, dijo el hijo. “Así sea, mi niño”, respondió el padre.
“Coloca esta sal en el agua, y luego espera por mí en la mañana”. El hijo hizo como le fue ordenado. El padre le dijo a él: “Tráeme la sal que colocaste en el agua anoche”. Habiéndola buscado el hijo, no la encontró, pues, claro, se había disuelto. El padre dijo: “Prueba de la superficie del agua. ¿Cómo está?” El hijo respondió: “Está salada”. “Prueba del medio. ¿Cómo está?”. El hijo respondió: “Está salada”. “Prueba del fondo. ¿Cómo está?” El hijo respondió: “Está salada”. El padre dijo: “Tírala y luego atiéndeme”. Él lo hizo; pero la sal existe para siempre. Entonces el padre dijo: “Acá también, en este cuerpo, ciertamente, tú no percibes la Verdad (Sat), hijo mío; pero, realmente, ahí está.
“Aquello que es la esencia sutil [eso es, la salinidad de la sal], en eso todo lo que existe tiene su ser. Es la Verdad. Es el Ser, y tú, O Śvetaketu, eres eso”. “Por favor, Señor, infórmame aún más”, dijo el hijo. “Así sea, mi niño”, respondió el padre.
—6, 10-13 (traducción de Max Müller).

Cambiemos a otra parte de este Upanishad, a la octava lectura. Y leemos como sigue: “harih, Om”. Hari es el nombre de varias deidades —de Śiva y Vishnu— pero aquí, al parecer, se usa para Śiva, que es principalmente el protector divino del ocultista místico. Om es una palabra considerada muy sagrada en la literatura brahmánica. Es una sílaba de invocación, y su uso general —como se dilucida en la literatura que trata de ella, que es más bien voluminosa pues esta palabra Om ha alcanzado casi la divinidad— es que nunca debe ser pronunciada en voz alta, o en la presencia de un desconocido, un extranjero, o un no iniciado, sino que debe ser pronunciada en el silencio de nuestros corazones. También tenemos razones para creer, no obstante, que fue pronunciada, y pronunciada en voz alta en un monocorde por los discípulos en la presencia de sus maestros. Esta palabra se coloca en el inicio de cualquier escritura sagrada que se considere de inusual santidad.
La enseñanza indica que al prolongar la pronunciación de esta palabra, tanto de la O como de la M, con la boca cerrada, resuena dentro y suscita vibración en el cráneo, y afecta, si las aspiraciones son puras, los diferentes centros nerviosos del cuerpo para gran beneficio.
Las Brahmanas dicen que es algo impío pronunciar esta palabra en cualquier lugar que sea impío. Ahora leo:

Existe esta ciudad de Brahman [esto es, el corazón y el cuerpo], y en ella, el palacio, el pequeño loto (del corazón), y en él, aquel pequeño éter.

La palabra sánscrita que Müller, el traductor, no ha proporcionado acá para “pequeño éter”, indudablemente porque no sabía cómo traducirla, es antarākāśa, una palabra sánscrita compuesta que significa “dentro del ākāśa”. Leo de nuevo:

Ahora, lo que existe dentro de ese pequeño éter, eso debe ser buscado, eso debe ser entendido. Y si le dicen a él: “Ahora con respecto a esa ciudad de Brahman, y al palacio en ella, i. e. el pequeño loto del corazón, y al pequeño éter dentro del corazón, ¿qué hay allí dentro de él que merezca ser buscado, o que deba ser entendido?”
Entonces él debe decir: “Tan grande como es este éter (todo el espacio), tanto así de grande es ese éter dentro del corazón. Tanto el cielo como la tierra están contenidos dentro de él, el fuego y el aire, el sol y la luna, el relámpago y las estrellas; y lo que sea que haya de él (el Ser) acá en el mundo, y lo que sea que no (i. e. todo lo que haya sido o lo que será), todo eso está contenido dentro de él”.
Y si le dicen a él: “Si todo lo que existe está contenido en esa ciudad de Brahman, todos los seres y todos los deseos (todos los que puedan ser imaginados o deseados), entonces, ¿qué queda de él, cuando la vejez lo alcanza y lo dispersa, o cuando se deteriora?”
Entonces él debe decir: “Por la vejez del cuerpo, aquello (el éter, o Brahman dentro de él) no envejece; por la muerte del cuerpo, aquello (el éter, o Brahman dentro de él) no es matado. Aquello (el Brahman) es la verdadera ciudad-Brahma (no el cuerpo). En él todos los deseos [toda la verdad] están contenidos. Es el Ser, libre de pecado, libre de vejez, de muerte y aflicción, de hambre y sed, que no desea nada sino lo que debe desear, y no imagina nada sino lo que debe imaginar. Ahora, así como acá en la tierra la gente sigue como se les ordena, y depende del objeto del cual están apegados, ya sea un país o un pedazo de tierra,
“Y así como acá en la tierra, todo lo que ha sido adquirido por esfuerzo, perece, así perece todo lo que es adquirido para el próximo mundo por sacrificio y otras buenas acciones realizadas en la tierra. Quienes parten, por tanto, sin haber descubierto el Ser y esos deseos verdaderos, para ellos no hay libertad en todos los mundos. Pero aquellos que parten después de haber descubierto el Ser y esos deseos verdaderos, para ellos hay libertad en todos los mundos”.
— Ibid., 8,1
DE: Fundamentos de la Filosofía Esotérica
G. de Purucker

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