jueves, julio 06, 2006

Sobre las doctrinas secretas de las grandes religiones III


Esta idea ha sido explayada por M. Andrew Lang; quien, a juzgar por su libro The Making of Religion, debe ser clasificado entre los religiólogos comparativos en lugar de
entre los mitólogos comparativos. Señala la existencia de una tradición común, la cual, dice, no ha podido ser evolucionada por los salvajes mismos, por ser hombres cuyas creencias ordinarias son de las más rudas y cuyas mentes están poco desarrolladas. Las deidades que adoran son, en su mayor parte, verdaderos demonios; pero detrás de esto, más allá de todo esto, existe una Presencia nebulosa, pero superior, pocas veces o nunca nombrada, pero que se vislumbra como origen de todo, como poder, amor y bondad, demasiado amante para causar terror, demasiado buena para necesitar súplicas. Es evidente que semejantes ideas no pueden haber sido concebidas por los salvajes entre los cuales se encuentran, y son testigos elocuentes de las revelaciones de algún gran. Instructor -de quien generalmente puede también descubrirse alguna tradición confusa que fue un Hijo de la Sabiduría y que comunicó algunas de las enseñanzas en una época remotísima.
La razón y verdaderamente, la justificación del punto de vista de los mitólogos comparativos, es patente. Encuentran en todas direcciones formas inferiores de creencias religiosas existentes en tribus salvajes, formas que se ven acompañadas de la falta general de civilización. Considerando al hombre civilizado como evolucionado del salvaje, ¿qué cosa más natural que atribuir la religión civilizada a una evolución de la no civilizada ? Esta es la primera idea evidente. Sólo un estudio ulterior más profundo puede demostrar que los salvajes de hoy no son el tipo de nuestros antecesores, sino la descendencia degenerada de grandes troncos civilizados de antaño, y que el hombre en su infancia no fue abandonado para que creciera sin educación, sino que fue criado y enseñado por sus hermanos mayores, que fueron sus primeros guías, así en lo que se refiere a la religión, como a la civilización en general. Esta opinión se halla sustanciada por hechos como los que Lang aduce, dando margen a la cuestión: ¿Quiénes eran esos hermanos mayores de quienes habla la tradición en todas partes? Avanzando más en nuestra investigación, tropezamos luego con esta otra cuestión: ¿A qué gentes se dieron las religiones? Y aquí nos encontramos desde luego con la dificultad con que ha tenido que tropezar todo fundador de una religión, dificultad que se refiere al objeto primario de la religión misma, el apresuramiento de la evolución humana, con su corolario de que todos los grados de la humanidad en evolución debían tenerse en cuenta por él. Los hombres se hallan en todos los grados desarrollados; hay hombres de inteligencia elevada, pero también los hay de una mentalidad de las menos desarrolladas; en un sitio encuéntrase una civilización compleja y altamente evolucionada, en otro una constitución sencilla y ruda. Aun en medio de una misma civilización, se ven los tipos más variados, los más ignorantes y los más educados, los más pensadores y los más superficiales, los más espirituales y los más abyectos, y, sin embargo, a cada uno de estos tipos hay que llegar, y cada uno tiene que ser auxiliado tal como es. Si la evolución es una verdad, esta dificultad es inevitable, y el Instructor divino tiene que hacerle frente y resolverla, porque de lo contrario su obra resultaría un fracaso. Si el hombre evoluciona como evoluciona todo lo que le rodea, estas diferencias de desarrollo, estos diversos grados de inteligencia, tienen que ser una característica de la humanidad en todas partes, y cada religión del mundo debe atender a ella.
Annie Besant
Cristianismo Esotérico
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