domingo, julio 02, 2006

Sobre las doctrinas secretas de las grandes religiones II


La cuestión que después se nos presenta en nuestro estudio es: ¿Cuál es el origen de las religiones? A esta pregunta se han dado dos contestaciones en los tiempos modernos: la de los autores de mitología comparada y la de los que se inspiran en la comparación de las religiones positivas. Unos y otros apoyan sus contestaciones en el mismo fundamento de hechos admitidos. La investigación ha probado de un modo incuestionable, que las religiones del mundo son, de un modo notorio, similares en sus enseñanzas principales, en la ostentación de poderes sobrehumanos y de una elevación moral extraordinaria de sus fundadores, en sus preceptos éticos, en el empleo de medios para ponerse en contacto con los mundos invisibles y en los símbolos con que expresan sus creencias fundamentales. Esta semejanza, que en muchos casos llega a la identidad, prueba, según ambas escuelas, un origen común.
Pero sobre la naturaleza de este origen común están en desacuerdo las dos escuelas. Los mitólogos sostienen que el origen común es la común ignorancia, y que las doctrinas religiosas más elevadas son sencillamente expresiones refinadas de las crudas y bárbaras conjeturas de salvajes, de hombres primitivos, al considerarse a sí mismos ya lo que les rodeaba.
Animismo, fetichismo, culto de la naturaleza, culto del sol; éstos son los constituyentes de la primitiva arcilla, de la cual se ha desarrollado el lirio espléndido de la religión. Krishna, Buda, Lao- Tse, Jesús, son, aunque altamente civilizados, los descendientes directos de los curanderos rotativos de las primitivas tribus salvajes. Dios es una fotografía compuesta de los innumerables dioses que personificaban las fuerzas de la naturaleza y así sucesivamente.
Todo esto se resume en la frase: Las religiones son ramas de un tronco común: la ignorancia humana.
Los religiólogos consideran, por su parte, que todas las religiones han tenido su origen en las enseñanzas de Hombres Divinos que dan de tiempo en tiempo a las diferentes naciones del mundo aquella parte de las verdades fundamentales de la religión que las gentes son capaces de asimilar, enseñando siempre la misma moralidad, inculcando el empleo de medios semejantes, aplicando los mismos y significativos símbolos. Las religiones salvajes -el animismo y las demás- son degeneraciones, los resultados de la decadencia, descendientes desfigurados y empequeñecidos de verdaderas creencias religiosas. El culto del sol y las formas puras del culto a la naturaleza fueron en su tiempo religiones nobles, altamente alegóricas, y llenas de profunda verdad y conocimiento.
Los grandes Instructores -según se alega por los indos, por los budistas y por algunos religiólogos, tales como los teósofos- constituyen una perenne Fraternidad de hombres que se han elevado por encima de la humanidad, que aparecen en ciertas épocas para iluminar al mundo y que son los custodios espirituales de la raza humana. Esta opinión puede resumirse en la frase: “Las religiones son ramas de un tronco común: la Sabiduría Divina”.
Esta Sabiduría Divina es llamada la Sabiduría, la Gnosis, la Teosofía, y algunos hombres, en diferentes épocas del mundo, han querido determinar de tal modo su creencia en esta unidad de las religiones, que han preferido el nombre ecléctico de teósofos a cualquiera otra designación más estrecha.
El valor relativo de la contienda de estas dos opuestas escuelas debe juzgarse por la fuerza de las pruebas que cada una aduce. La apariencia de la forma degenerada de una noble idea puede asemejarse mucho a la del producto refinado de una idea grosera, y el único método para decidir entre la degeneración y la evolución, sería el examen, a ser posible, de antecesores remotos intermedios. Las pruebas que presentan los creyentes en la Sabiduría, son de esta clase: que los fundadores de las religiones, juzgados por los anales de sus enseñanzas, estaban muy por encima del nivel de la humanidad ordinaria; que las Escrituras de las religiones contienen preceptos morales, ideales sublimes, aspiraciones poéticas, declaraciones filosóficas profundas, a las que ni tan siquiera pueden compararse en hermosura y elevación los escritos posteriores de las mismas religiones; esto es, que lo antiguo es más elevado que lo nuevo, en vez de ser lo contrario; que no puede mostrarse caso alguno del proceso refinador y progresivo, que se dice es el origen de las religiones actuales, al paso que pueden exhibirse muchos ejemplos de degeneración de enseñanzas puras; que aun entre los salvajes, si sus religiones se estudiasen con cuidado, se encontrarían muchas huellas de ideas elevadas, ideas que desde luego se vería que están por encima de la capacidad productora de los salvajes mismos.
Annie Besant
Cristianismo Esotérico
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