martes, enero 15, 2008

Acción, actividad y 'activitis'

La Acción nace del interior y se manifiesta en lo exterior, y nunca es impuesta.
La actividad es impuesta desde el exterior, mediante las formas de la necesidad. Su sofisma es: “hay que hacer lo que se necesita hacer”. Y se hace por reacción, ante, por ejemplo, el qué dirán si no, o ante el afán de pertenecer.
Activitis es como la inflamación de una actividad, o sería mejor decir que es una actividad que se realiza con el ego inflamado.
Acción hay del cuerpo físico energético, de las emociones, del intelecto, que reflejan lo superior, y lo justo es dar a cada quien lo que le corresponde según su ser, y no según lo que se necesita. El juzgar que la actividad intelectual no sea práctica, es un abuso muy común, una ligereza de juicio que todo lo juzga por el resultado tangible y utilitario. Distinto es que algo no sea utilitario (que antepone la utilidad de algo a cualquiera de las restantes cualidades) a que no sea práctico (aplicación real). Pero se suele caer en el error de ligar axiomáticamente lo utilitario a lo práctico. Porque, claro, lo utilitario compensa con mayor facilidad emocional: de ahí la desenvoltura hipocritona con que se cae en los actos de beneficencia públicos y privados (¡porque algo hay que hacer! ¡y mírennos, lo estamos haciendo! = activitis = inflamación del ego en la actividad).
En lugar de regañarla, lo que hay que cuidar mucho es que la acción intelectual, por ejemplo, no se vuelva mera actividad intelectual sin control, o, peor aún, activitis intelectual. Después de todo ¿Por qué no promover que cada quien sea práctico en lo suyo, y no práctico en lo visible y en lo utilitario? Eso es karma yoga, y no está peleada ni con las emociones ni con el intelecto.
Y otra palabra clave de la que hay que huir como de una víbora de cascabel, con el agregado de que la palabra en cuestión tiene la sumada desventaja de ser silenciosa. La palabra es: Petulancia, es conocida, ¿no?; pero sabe bien lo que significa? Significa: “presunción excesiva del que está convencido de su propia superioridad”. Hay muchos que yacen, cuan largos son, untados de activitis en las adormideras de sus redes, rodeados de sus nenúfares-morfeos, hablando linduras, regodeándose en idiomas de iniciados, necesitados de rebaños, postrados en las góndolas del mundo de las buenas intenciones vestidas de carnaval veneciano.
¿Acaso no todos hemos, alguna vez, visitado esas fiestas?
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