jueves, noviembre 15, 2007

La exigencia de la imitación de Cristo o sea, imitar el ejemplo y llegar a ser semejantes a éste, debiera tener como objetivo el desarrollo y la elevación del hombre interior; pero el creyente superficial, que tiende a las fórmulas mecánicas, ha hecho de Cristo un objeto de culto que está fuera del hombre, al que, precisamente por la veneración, se le impide penetrar en la profundidad del alma humana y crear la integridad correspondiente al modelo que sirve de ejemplo. De esta suerte, el mediador divino se queda en una imagen exterior, mientras que el ser humano continúa siendo un fragmento intacto en lo más profundo de su naturaleza. Sí, Cristo puede ser imitado hasta la estigmatización sin que el imitador se haya ajustado ni siquiera aproximadamente al modelo y el sentido de éste. Pues no se trata sólo de una imitación pura y simple, la cual deja sin transformar a la persona, con lo que se queda en un simple artificio. Antes bien, se trata de una realización del modelo con los propios medios —Deo concedente— en la esfera de la vida individual [...] [Imagen: Jung con Mircea Elíade]
La postura occidental, basada en el objeto, tiende a que el modelo de Cristo se quede en su forma objetiva, privándole así de su misteriosa relación con el hombre interior. Por ejemplo, este prejuicio motiva que los exegetas protestantes interpreten «entre vosotros», en vez de «en vosotros», la expresión εντος υμων, relativa al reino de Dios.
Psicología y alquimia.
Carl Gustav Jung
Tracker
Tracker