viernes, agosto 31, 2007

Paño de lágrimas.

Si ya se ha comprobado científicamente que el estar expuestos a una serie de impresiones, ya sean éstas de naturaleza positiva o negativa, tiene nun efecto directo en la manera como nos sentimos y nos comportamos a corto plazo (y un efecto medible a nivel del funcionamiento cerebral, activando, según sea la naturaleza de las impresiones, algunas partes específicas del órgano), no veo la razón de exponernos voluntariamente a un bombardeo de negatividades de toda clase, como el que se suele encontrar, por ejemplo, en gran parte de la literatura contemporánea, muchas veces ensalsada desproporcionadamente, y sin, al menos, el postrero beneficio de alguna moraleja o enseñanza.
Efectivamente, el experimento de predisposición del psicólogo John Bargh, y muchas variaciones de otros de sus colegas, ha demostrado que luego de exponer a las personas a una serie de palabras revueltas en las que predominan términos negativos de cualquier índole, se modifica sustancialmente el comportamiento y el estado de animo inmediatos de los participantes. (Véase "Inteligencia Intuitiva", de Malcolm Gladwell).
Por supuesto que para quienes aún no somos capaces de desligar nuestras respuestas emocionales (volviéndolas voluntarias), de la naturaleza de las impresiones, nos resultaría mucho muy aconsejable rehuir, al menos de momento, a todas las impresiones negativas sobre las que podemos elegir si recibirlas o no. Es una cuestión de higiene mental; aquello de lo que nos alimentamos mentalmente tiene una consecuencia directa y precisa en nuestro estado de ánimo, así como aquéllo de lo que nos alimentamos físicamente tiene una consecuencia directa y precisa en nuestra salud física y energética.
Esto significa: escoger mejor las lecturas, los programas de tele, la música, los comentarios, los ambientes...
Como muy bien nos dijo alguien en una reunión: "¿para qué voy a llenarme de la chuquedad psicológica de alguien más, si tengo suficiente con lo que hay en el ambiente y con la propia, y si puedo optar por no hacerlo?
¡Pero somos tan masoquistas!
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