Acostumbrémonos a apartar de nosotros el lujo y a apreciar las cosas por su utilidad y no por lo que adornen. La comida aplaque el hambre; la bebida, la sed: el placer fluya por donde es necesario; aprendamos a apoyarnos en nuestros mismos miembros, ajustemos nuestro comer y vestir no a los nuevos ejemplos, sino como nos enseñan las costumbres de nuestros mayores: aprendamos a aumentar la continencia, a refrenar la lujuria, a mitigar el ansia de gloria, a suavizar la ira, a mirar con buenos ojos la pobreza, a cultivar la frugalidad, aunque avergüence a muchos, empleando remedios cada vez menos costosos para los deseos naturales, teniendo refrenadas las esperanzas y como atado el ánimo que tiende hacia lo futuro y obrando de manera que nos vengan las riquezas de nosotros mismos y no de la fortuna. [...] Siempre es vicioso lo que es demasiado.
Séneca
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