martes, agosto 08, 2006

Lo impermanente

La insistencia con que el Hinduismo y el Budismo hablan del carácter no permanente del mundo no tiene la significación pesimista y nihilista que los críticos occidentales normalmente le atribuyen. La transitoriedad es deprimente sólo para el espíritu que se empeña en aferrarse a ella. Pero para la mente que deja que las cosas sigan su curso y que se mueve con el flujo del cambio -que en la metáfora del Budismo zen se convierte en algo similar a una pelota en un arroyo de montaña-, el sentido de lo transitorio y de lo vacío se vuelve una especie de éxtasis. Por esta razón tanto en Oriente como en Occidente la impermanencia es a menudo tema de la poesía más profunda y conmovedora. Tanto es así que el esplendor del cambio relumbra aun cuando el poeta paraece lamentarlo más.
El mañana y el mañana y el mañana
avanzan a pequeños pasos, de día en día,
hasta la última sílaba del tiempo recordable
y todos nuestros ayeres han alumbrado a locos
el camino hacia el polvo de la muerte.
¡Extínguete, extínguete, fugaz antorcha!
La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico
que se pavonea y agita una hora sobre la escena,
y después no se le oye... Un cuento
narrado por un idiota con gran aparto,
y que nada significa...
[Shakespeare: Macbeth V, v]
Allan W. Watts
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